jueves, 25 de abril de 2019

'ALGUIEN QUE ESCUCHA', por Rosa Montero / 'POEMA DEL LIBRO', de José Ángel Buesa



"... no me cabe la menor duda de que los libros nos salvan la vida y nos ayudan, justamente, a sobrellevar los momentos más duros. Decía Camus que el arte en general, y la literatura en particular, era nuestra mayor arma contra el horror... en lo peor de la noche siempre nos salva la poderosa magia que los libros encierran, a saber: alguien que necesita compartir y alguien que escucha"


Bibliotaeca de Holland House tras los bombardeos de 1940, Londres



ALGUIEN QUE ESCUCHA

Estoy en la pequeña pero formidable feria del libro de Gaillac, un precioso pueblo francés cercano a Albi. La feria, que dura dos días, está plantada en una plaza, un montón de carpas alegres y blancas. Aquí nos sentamos nada más y nada menos que 70 autores tras nuestros libros (un enorme plantel para una feria así). Por las tardes se anima, pero por las mañanas hace un frío pelón y, mientras nos encaminamos hacia una probable cistitis, nos pasamos horas sin vender un colín. Bueno, exagero: de cuando en cuando se acerca alguien y te compra una novela, y entonces tú te sientes tan agradecida que inmediatamente le pedirías en matrimonio, independientemente de su edad y su sexo. En realidad somos como feriantes de los mercados callejeros, feriantes vendiendo calcetines y bragas de palabras.

Tiene su gracia este regreso a la compraventa más básica, al arte como un modesto exudado de la realidad cotidiana. Hoy en esta plaza de Gaillac ofrezco libros en un puesto como podría ofrecer manzanas, porque ambas cosas nos sirven para mantenernos con vida. Hace dos días me preguntaban en Toulouse si las novelas pueden proporcionarnos salidas y consejos en los momentos de profunda zozobra como el que vivimos (escribo este texto, que tarda dos semanas en imprimirse, un día antes de la supuesta declaración de independencia) y yo contesté que no, si de lo que estamos hablando es de una fórmula de urgencia para vadear la crisis. Uno no escribe para enseñar nada, escribe para aprender, para intentar poner un poco de luz en las tinieblas de lo que somos. El sentido de escribir novelas es la búsqueda del sentido de la existencia, y no podemos traicionar esa ambición pura de conocimiento para dar doctrina, por muy bien intencionada que esa doctrina sea.
Y, sin embargo, no me cabe la menor duda de que los libros nos salvan la vida y nos ayudan, justamente, a sobrellevar los momentos más duros. Decía Camus que el arte en general, y la literatura en particular, era nuestra mayor arma contra el horror. Siempre me ha maravillado esa foto de 1941 de una biblioteca londinense destruida por las bombas nazis. El techo se ha caído, formando una colina de cascotes en mitad de la sala. Pero tres paredes siguen en pie, cubiertas aún de estanterías y de libros, y cuatro hombres están distribuidos por la precaria ruina, mirando los lomos, ojeando algún volumen, absortos en lo que hacen. Podría pensarse que andan buscando algo con lo que evadirse de su situación, pero yo creo que están haciendo justo lo contrario: no leen para olvidar, sino para luchar contra la oscuridad. Porque en la continuidad de los libros y en la complicidad con tantas otras personas que, lejos en el tiempo y en el espacio, apostaron por la sensatez y la convivencia reside la esperanza de un futuro luminoso pese a todo. La larga trenza que a lo largo de los siglos formamos los lectores y los escritores (que también somos lectores) es la cuerda que nos saca del pozo.
Los ciudadanos del llamado primer mundo vivimos dentro de un espejismo de seguridad. Nos creemos tan a salvo de todo que a veces hasta nos pensamos inmortales, cuando lo cierto es que la realidad es un tembloroso castillo de naipes, un reflejo en el agua que una simple piedra puede destruir. Mientras escribo esto, mis amigos de la hermosa isla de Puerto Rico llevan tres semanas sin luz en un 90% de la población, sin agua potable en un 65%. El huracán María abrasó la isla como un fuego; no queda ni una hoja, ni un verdor; la gente vive entre las ruinas sin techo de sus casas, expuesta a las enfermedades, el hambre, la sed, la inseguridad. Es como un ensayo general del apocalipsis. El mundo conocido puede desaparecer en un segundo, por un soplido de ogro de la naturaleza o por un despertar del monstruo interior, como sucedió en Yugoslavia, cuando viejos y amables vecinos comenzaron a sacarse literalmente las tripas los unos a los otros. Vivimos a un paso del abismo.
Por eso me conmueve esta preciosa y pequeña feria con su empeño de encender de palabras la oscuridad. Porque en lo peor de la noche siempre nos salva la poderosa magia que los libros encierran, a saber: alguien que necesita compartir y alguien que escucha.
(Fuente: El País Semanal, 22-10-2017)
POEMA DEL LIBRO
Entre todos mis libros, es éste el que prefiero

éste que un día dejé a medio leer
lo cerré de repente, lo puse en el librero,
y ya lo cubre el polvo del ayer.

Recuerdo que era un libro de una belleza
era como si en cada frase floreciera un rosal
pero temí de pronto que me desencantara
si seguía leyendo hasta el final.

Y ahí está en el librero, donde lo puse un día
tal vez un poco triste por lo que no leí,
pues recordé, muchacha, que casi fuiste mía,
y al guardar aquel libro, pensé en ti...


ACERCA DE JOSÉ ÁNGEL BUESA (CUBA, 1910-1982):
Poeta romántico cubano nacido en Cienfuegos, con una obra primordialmente elegíaca. Se le ha llamado y se le conoce como el "poeta enamorado". Fue posiblemente el más popular de los poetas en la Cuba de su época. Su popularidad se debe en gran parte a la claridad y profunda sensibilidad de su obra. Elogiado por muchos de sus contemporáneos y también por los más jóvenes lectores, que aprecian en sus versos una melodía extraordinaria y un fuerte sentimiento de amor. Muchos de sus poemas han sido traducidos al inglés, portugués, ruso, polaco, japonés y chino. Otros muchos han sido musicalizados o recitados en unos 40 discos. A los 7 años empieza a escribir sus primeros versos. Fue también novelista y escritor de guiones para la televisión cubana, también fue director de célebres programas de radio en diversas emisoras. En los últimos años de su vida, vivió como exiliado fuera de Cuba y se dedicó a la enseñanza, ejerciendo como catedrático de literatura en la Universidad Nacional de la República Dominicana. Murió el 14 de agosto de 1982.
(Fuente: epdlp.com)
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("De los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso es, sin duda, el libro. Los demás son extensiones de su cuerpo... el libro es una extensión de la memoria y de la imaginación... Un libro no debe requerir un esfuerzo, la felicidad no debe requerir un esfuerzo")


(“leer, según el retrato de Chardin, es un acto silencioso y solitario”. ¿Y a quién puede interesarle ese recogimiento en una sociedad tan vibrante como la nuestra, tan volcada hacia delante, tan hiperconectada gracias a las nuevas tecnologías? ¿Qué diablos pinta, en verdad, un tipo con sombrero pasando las hojas de un libro cuando con un clic la Red te sirve cualquier tipo de conocimiento de manera instantánea?... Eso sí... “hay muchos que se creen a sí mismos seres emancipados cuando lo único que han hecho ha sido desabotonarse la ropa”)

'A MÍ, DE ADOLESCENTE, ME PROHIBIERON LAS NOVELAS', por Juan José Millás / 'UN LECTOR', de J.L. Borges

("El libro ha tenido siempre algo de callejón frecuentado por personas huidizas con tendencia, como decíamos, a la clandestinidad... el joven verdaderamente peligroso es aquel que un viernes o un sábado por la noche se queda en casa leyendo Madame Bovary... Ese individuo que se queda a leer Madame Bovary, les aseguro, es una bomba... Porque la realidad está hecha de palabras, de modo que quien domina las palabras domina la realidad... invito siempre a los alumnos a preguntarse hasta qué punto es real la realidad")

CELEBRACIÓN DE LA LECTURA, ELOGIO DE LA LENTITUD("... ¿quién tiene tiempo hoy para zambullirse en una novela o para liarse en los vericuetos de un ensayo o para andarse con un montón de versos que tratan de vanos amoríos o del desastre de vivir? leer no es más que eso: apartarse del ruido y entrar en otro mundo habitado por palabras. Siempre toca hacerlo solo y con tiempo, eligiendo la lentitud frente a la velocidad de nuestras circunstancias. Merece la pena. Ese “acto silencioso y solitario” está tan lleno de riquezas y placeres que quizá tenían razón aquellos antiguos cuando se esforzaban en arreglarse para vivir un momento tan especial")

("... Justo en el momento en el que Tolstoi parece haber suspendido ligeramente la intriga, Anna se coloca en las rodillas un almohadón... Después, pide a Aniuska una linterna, que sujeta en el brazo de la butaca, y saca de su bolsita roja un cortapapeles y una novela inglesa... toda lectura activa contiene el gesto más profundamente democrático que conozco. Es el gesto de quien sabe abrirse al mundo y a las verdades relativas del otro... Si se exige talento a un escritor, debe exigírsele también al lector... Los escritores fallan a los lectores, pero también ocurre al revés")
("Los profesores nos quejamos sin cesar, y más ahora que Bolonia nos “obliga” a organizar seminarios y prácticas que suelen requerir lectura. No leen libros, no son capaces de seguir un artículo académico; por no leer muchos ni siquiera se acercan a una novela. Sin embargo, en secundaria y en bachillerato sí lo hacen: es obligatorio... Ahora pretendemos que los alumnos aprendan en cuatro meses lo que antes procesaban en ocho. La primera víctima de esta recorte fue la lectura sosegada, solitaria y fecunda de libros académicos")


("No es el aprendizaje de un idioma lo que su padre le otorga. Lo que está ante sus ojos es el extraordinario advenimiento en el lenguaje. No se trata de un conocimiento que necesite ser inventariado. Se trata de dejarse invadir dulcemente por el lenguaje que, a partir de ese momento, hablará a través de ella. Ella será su enviada")