jueves, 25 de septiembre de 2014

El maestro que prometió el mar.


En 1934, Antoni Benaiges (Mont-Roig del Camp, 1903-La Pedraja, 1936) llegó a Bañuelos de Bureba, un pequeño pueblo de Burgos, para ocupar su plaza de maestro en la escuela. Durante dos años, entre 1934 a 1936, impartió sus clases a 32 alumnos. El 25 de julio del 36 lo fusilaron.  Se cree que sus restos están en la fosa de La Pedraja, junto a decenas de otros cuerpos.

“Mientras veía las fases de una exhumación, dio la casualidad de que pasase por allí una persona que dijo: ahí debe estar el maestro de mi pueblo. A partir de ahí empecé a tirar del hilo y vi que ese maestro era de un pueblo de Tarragona, Mont-Roig del Camp, que había puesto en práctica una técnica pedagógica revolucionaria, la metodología Freinet, que por primera vez situaba al niño como centro en el proceso de enseñanza”, explica el fotógrafo Sergi Bernal, que ha ilustrado el libro.

Antoni Benaiges era un maestro diferente: animaba a niños y niñas a pensar y a participar, jugaba con ellos y les ponía música. Traía con él un nuevo método educativo: la técnica Freinet, que usaba la imprenta como herramienta de aprendizaje, por lo que se incorporó al aula una imprenta en la que los alumnos fueron elaborando unos cuadernillos donde iban escribiendo sus redacciones. En la imprenta de la escuela se imprimieron trece publicaciones. Una de ellas, de enero de 1936, se tituló 'El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca'. En él se puede leer el texto de una alumna, Lucía Carranza, que escribió estas palabras cuando era una niña: “El mar será muy grande, muy ancho y muy hondo. La gente va allí a bañarse. Yo no he visto nunca el mar. El maestro nos dice que iremos a bañarnos”.  A raíz de este trabajo, Benaiges prometió a sus alumnos que, ese verano, les llevaría a ver el mar.

Escuela de Bañuelos de Bureba con una fotografía de los alumnos.

Estas líneas han inspirado el título del libro `Desenterrando el silencio. Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar´, editado por Blume.  Un libro ilustrado escrito por Françesc Escribano y con imágenes de Sergi Bernal que se lee como una novela. A la entrada de la escuela en la que impartió sus clases en Bañuelos de Bureba, y que fue bautizada con su nombre, se pude leer una placa que dice: “Respetemos al niño que sea niño y sienta, luego, la necesidad de ser hombre”.
Del blog "La invención de lo humano"

sábado, 20 de septiembre de 2014

Leonard Cohen - So Long Marianne



“Conocerás a un hombre que habla con lengua de oro”, le vaticinó su abuela a Marianne Ihlen, la joven y atractiva noruega que Leonard Cohen inmortalizó, hace ya casi cinco décadas, en la célebre canción que lleva su nombre: So Long Marianne. A punto de cumplir los 80, el 21 de septiembre, es probable que el artista no haya conseguido resolver sus dudas sobre el amor, el deseo, la fe y la existencia, pero su voz, cada vez más grave y desvencijada, volverá a susurrarnos su poesía a partir del día 23 en Popular Problems, su nuevo disco. Al mismo tiempo, sus días griegos y su musa vuelven a la actualidad debido la reciente publicación de la versión inglesa del libro So Long Marianne: A Love Story, escrito en noruego por Kari Hesthamar en 2008.
“Todo esto ocurrió hace muchas vidas. A mis años yo ya no contaría la historia como lo hace la joven Marianne, protagonista del libro”, dice Marianne Ihlen, al otro lado del teléfono, quejosa, en cierto modo, de las contradicciones que le provoca tener una parte importante de su vida unida a una personalidad tan pronunciada como la de Cohen. Aun así dice sentirse muy agradecida al hombre que supo ver lo que ella desconocía de sí misma. “Es muy honesto, uno de los hombres más honestos que he conocido, eso es lo que le hace ser tan buen poeta”, añade.

Creo que le di coraje para escribir y no tirar la toalla
La historia comenzó cuando, el por entonces desconocido poeta canadiense, llegó a la isla griega de Hydra, llevando consigo su guitarra, su famosa gabardina azul y su Olivetti verde: la misma en la que se ve escribiendo a Marianne en la contraportada de su disco, Songs from a room. Hambriento de experiencias, veía la vida como un bufet con distintos sabores a probar, sin ataduras.
Transcurría 1960. La pequeña comunidad de artistas expatriados, residentes en la isla, representaba una continuidad del movimiento contracultural iniciado por los beatniks. Cohen, un rebelde con aspecto convencional, no tardó en integrarse. Inmerso en la simplicidad de la vida, en la “salvaje y desnuda perfección” de la isla, que describe Henry Miller, en El coloso de Marusi, sintió que había llegado a casa. “Vivíamos bajo el sol, descalzos. Éramos muy pobres, pero muy felices. No había agua corriente, ni coches, solo burros y tardamos en tener electricidad”, recuerda hoy con nostalgia Marianne, desde su casa en Larkollen, un pueblecito cercano a Oslo donde vive con su actual marido, dedicada a pintar.

Portada del libro 'So long Marianne: a love story', del noruego Kari Hesthamar que narra la relación de los dos amantes.
Fue en la terraza de la tienda de comestibles del muelle, dónde el poeta invitó a Marianne por primera vez a compartir su mesa. “Es perfecta”, escribiría de ella. Hacía tres años que la joven había llegado a Hydra, en compañía de Axel Jensen, una de las voces emergentes dentro de la literatura noruega, con quien se casó y tuvo un hijo, Axel. Pero su relación era turbulenta; él se fugó con otra mujer y Cohen aprovechó la oportunidad: su relación duró siete años de forma intermitente, interrumpida por la necesidad del artista de salir en busca de sus “afiliaciones neuróticas”. “Creo que le di coraje para escribir y no tirar la toalla”, dice Marianne de forma enérgica. “Estando conmigo publicó tres libros de poemas y dos novelas. Era extremadamente creativo”.
Instalado en su casa con Marianne y Axel, consiguió una paz hasta entonces desconocida para él. Con la primera luz de la mañana y con música de Ray Charles de fondo, el poeta judío se sentaba a escribir en la terraza, en la misma en la que consultaba el I Ching y fumaba en compañía de su musa. El orden, la frugalidad y la rutina adquirían un aire monástico que solo se rompía cuando bajaban las empinadas calles, en busca de la diversión del puerto —el amor libre de los hippies había llegado a Hydra antes de lo esperado— o con celebración del Sàbat. “Los dos éramos anticuados, en cuanto a que teníamos un sentido muy asceta y ordenado de la vida”. “Él solía decir que era eso lo que más le gustaba de mí”, comenta Marianne riéndose. “Me hubiese gustado tener un hijo suyo, pero él no quería. Nunca me lo dijo, pero yo lo intuí: yo no era judía”.

Me hubiese gustado tener un hijo suyo, pero él no quería. No era judía”
Marianne vivió la transición del artista hacía la música. La poesía no pagaba las facturas y además había cedido paso a la música como transmisor de la contracultura, así decidieron marcharse a Nueva York. “En el Chelsea Hotel la gente hacía siempre aquello que no estaba permitido. Sus huéspedes eran igual de locos y libres que nuestro grupo de Hydra, pero rodeados de tráfico”, comenta. “Yo entonces estaba abierta a cualquier tipo experiencia, aceptaba la escena tal y como era, sin miedo”.
¿Y qué puede decir sobre la canción? Ella responde sin dudar: “Lleva mi nombre, pero no es con la que más me identifico. Me siento más cercana a Bird on a wire. Recuerdo aquella mañana cuando al abrir la ventana nos encontramos que habían puesto el cableado del teléfono. Para Leonard, So Long Marianne siempre ha tenido mucho significado, supongo que por varios motivos; en su letra aparece un parque de lilas, que podría ser el mismo que aparece en un poema dedicado a Anne Sherman. Creo que ella fue el gran amor de su vida”.

Nuestra historia estuvo rodeada de desdicha, pero me hizo despertar”
Come on Marianne era el nombre original. Cuando Cohen comenzó a escribirla, la relación ya estaba muy resquebrajada, Marianne la interpretó como un “¡venga! intentémoslo de nuevo”. Pero un año más tarde, en el estudio de grabación, el músico dudaba sobre las dos palabras que variaban el significado de la canción-—optó por so long, hasta pronto, en inglés—. “Yo no pensaba que estuviera diciendo adiós, contaría el músico a su biógrafa Sylvie Simmons, pero supongo que era así”. “Usted sabe que yo soy más bien un escritor de elegías”.
“Nuestra historia estuvo rodeada de mucha desdicha, pero me hizo despertar”. Marianne da por finalizada la conversación tomando prestado un estribillo de su antiguo amante: “Todo tiene una grieta y así es como entra la luz”.
 El Pais 18 de septiembre de 2014

Alberti, El Bosco, Marcos Neroy

El Bosco
autor: Rafael Alberti
El diablo hocicudo,
ojipelambrudo,
cornicapricudo,
pernicolimbrudo
y rabudo,
zorrea,
pajarea,
mosquicojonea,
humea,
ventea,
peditrompetea
por un embudo.

Amar y danzar,
beber y saltar,
cantar y reír,
oler y tocar,
comer, fornicar,
dormir y dormir,
llorar y llorar.
Mandroque, mandroque,
diablo palitroque.
¡Pío, pío, pío!
Cabalgo y me río,
me monto en un gallo
y en un puercoespín,
un burro, en caballo,
en camello, en oso,
en rana, en raposo
y en un cornetín.
Verijo, verijo,
diablo garavijo.
¡Amor hortelano,
desnudo, oh verano!
Jardín del Amor.
En un pie el manzano
y en cuatro la flor.
(Y sus amadores,
céfiros y flores
y aves por el ano.)
Virojo, pirojo,
diablo trampantojo.
El diablo liebre,
tiebre,
sítiebre
notiebre,
sipilitiebre,
y su comitiva
chiva,
estiva,
sipilipitriva,
cala,
empala,
desala,
traspala,
apuñala
con su lavativa.
Barrigas, narices,
lagartos, lombrices,
delfines volantes,
orejas rodantes,
ojos boquiabiertos,
escobas perdidas,
barcas aturdidas,
vómitos, heridas,
muertos.
Predica, predica,
diablo pilindrica.
Saltan escaleras,
corren tapaderas,
revientan calderas.
En los orinales
letales, mortales,
los más infernales
pingajos, zancajos,
tristes espantajos
finales.
Guadaña, guadaña,
diablo telaraña.
El beleño,
el sueño,
el impuro,
oscuro,
seguro,
botín,
el llanto,
el espanto
y el diente
crujiente
sin
fin.
Pintor en desvelo:
tu paleta vuela al cielo,
y en un cuerno,
tu pincel baja al infierno.

lunes, 8 de septiembre de 2014

sábado, 6 de septiembre de 2014

Benedetti, Doisneau


                                                  

                                                "Defender la alegría como una trinchera
                                                 defenderla del escándalo y la rutina
                                                 de la miseria y los miserables
                                                 de las ausencias transitorias y las definitivas..."

                                                 Mario Benedetti

                                                Fotografia: Robert Doisneau