jueves, 13 de noviembre de 2014

César Gavela

LLUEVE EN VALENCIA
Llueve tanto hoy en Valencia, tanto que parece que la vida se acaba.
La ciudad está taladrada de niebla y agua, de granizo a ratos. Es todo blanco y gris y más lluvia, y frío, y casi nieve, y aguanieve, y las casas son fantasmas, y la gente ha desaparecido, casi toda.
La cálida y fulgurante ciudad mediterránea, la más italiana urbe de España, la más desvergonzada y libre, charlatana y colorista; la que menos padece los rigores de la moralina, la ciudad dulcemente promiscua, se ve sometida a una camisa de fuerza que viene del alto cielo duro de los hielos y las tristezas.
Pero durará poco, y volverá el vivir al aire libre. Y la luz que es tan transparente. A veces demasiado. Tan límpida que uno añora un leve filtro de aire violeta, azulado.
Volverá el crepitar de los cuerpos y las palabras. Pero ahora, de momento, en este día de diluvio, en esta tarde oscura y bella, disfruto de lo desapacible. Veo llover en la plaza del Carmen, suenan las campanas de la iglesia, los árboles están negros y empapados. Y mi placer es legítimo porque antes he atravesado calles bajo la tromba, y aún tengo el agua en los pantalones, en los zapatos, en la cabeza, en el alma.
César Gavela

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