Escribo
sobre Baroja. Aquel escritor prodigioso y friolento,que andaba siempre
en casa con abrigo -a menudo con las solapas subidas-, boina, un pañuelo
de seda y zapatillas felpa que sujetaba con un hilo de bramante.
Una vez, su sobrino Julio Caro, le regaló uno de sus abrigos que iba a
retirar. Y Baroja, a quien quedaba largo, lo cortó con unas tijeras.
Al hacerlo cortó también los bolsillos sin darse cuenta, y así todo lo
que metía en su interior se le caía, para su pasmo, por la casa: el
tabaco rubio, las gafas de pasta, la pluma Parker, y también las
castañas de la suerte, que recogía hacendoso en el Retiro.
Jesús Marchamalo
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